4 de agosto de 2021

RINCON ESCEPTICO

Todos luchamos por comprender las complejidades de nuestro Universo, igual que todos aquellos que vinieron antes que nosotros. Abrir los ojos ante esta esencia de la condición humana puede convertirnos en cínicos y llevarnos a rechazar todo conocimiento. Sin embargo, al hacerlo estaremos cayendo en otro sesgo, otro relato en el que apoyarnos para lidiar con el caos. Además, ser cínico sale barato, ya que es muy sencillo limitarse a cuestionarlo o a negarlo todo, pero el cinismo no nos lleva a ningún sitio, ni a nosotros mismos ni a la sociedad en general. El escepticismo va más allá que el cinismo. Aunque compartan el cuestionamiento como punto de partida, este no es más que el principio, no el fin. 
 
No existe ningún conocimiento definitivo o final (no hay ninguna Verdad en mayúscula), pero sí podemos cribar y quedarnos con el conocimiento sobre el mundo que es lo suficientemente fiable como para concederle la categoría de provisionalmente cierto y avanzar sobre esa base. Por ejemplo, podemos enviar sondas a Plutón y recibir imágenes hermosísimas de un lugar que, hasta ahora, había sido todo un misterio para nosotros. Si nuestro conocimiento sobre el Universo no se fundamentara en datos al menos mínimamente ciertos, nuestros esfuerzos por ver Plutón no se habrían visto recompensados con maravillosas imágenes de aquel mundo tan gélido y lejano. 
 
Así, aunque no podamos confiar en las historias que nos llegan, en la tradición, en la fe, en los relatos convenientes o tranquilizadores, en personajes carismáticos o incluso en nuestros propios recuerdos, poco a poco podemos construir un proceso que nos permita evaluar cualquier argumento que afirme estar en posesión de la verdad y del conocimiento. En gran medida, este proceso está gobernado por la Ciencia, la cual tiene por objeto poner a prueba, de forma sistemática, nuestras ideas frente a la realidad mediante el uso de datos lo más objetivos posible.
 

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