Todo habría cambiado si Trump hubiera ganado las elecciones a presidente de los Estados Unidos en el año pasado. Para sus seguidores, el mundo estaría mejor, China y Rusia controladas y la economía del país por las nubes.
Para sus detractores, el presidente ratificaría sus autoproclamadas credenciales de “winner” (ganador) absoluto y eso llevará su personalismo a niveles estratosféricos. Profundizará sus peleas con la prensa y también con el establishment del partido republicano, que hasta ahora lo ha tolerado, pero que necesita encontrar un nuevo líder para 2024. La “grieta” en la sociedad se agrandará.
Si hasta ahora sus asesores se quejaban de que el presidente no formulaba estrategias a largo plazo y apenas les prestaba atención, ahora guiará la Casa Blanca a puro instinto y el caos que reinó en la oficina oval estos años podrá incrementarse.
Trump tampoco trabajaría para dejarle un jardín fértil al futuro candidato republicano de 2024 porque le importa muy poco lo que quede detrás de él. Irá a fondo en lo que le de la gana. El único freno podría ponérselo el Congreso, sobre todo si los demócratas llegan a recuperar el Senado, una ecuación poco probable si el magnate se queda en la Casa Blanca.
Seguiría promoviendo la eliminación de regulaciones, sobre todo las ambientales, para alentar el crecimiento y los impuestos a las grandes empresas permanecerán bajos. Privilegiará las energías fósiles y el fracking sobre las limpias como hasta ahora.
Pero mucho más grave que todo esto es lo que podría ocurrir en el plano internacional, dada la condición errática de Trump y su belicosidad manifiesta (según sus detractores).
Y podría ocurrir lo que sugiere este
vídeo.
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