8 de septiembre de 2022

YO FUI AL PILAR


 En la Calle Castelló, situada en el Barrio de Salamanca, existe un colegio que desde fuera y a ojos de aquel que no lo conoce parece más una obra de arte que un centro de enseñanza. Se trata del Colegio de Nuestra Señora del Pilar, una institución religiosa y concertada, excepto en Bachillerato, que no solo esconde tesoros artísticos sino que también encierra anécdotas de niños que han llegado a ser ministros, grandes empresarios, embajadores y hasta un presidente del Gobierno.

Pasillos llenos de aparatos de laboratorio de hace décadas, carteles que promueven la puntualidad —“si llegas a tiempo, llegas tarde; si llegas tarde, ya no estás”, rezan— muebles antiguos, vidrieras, orlas de todas las promociones que han pasado por las aulas: las paredes del Colegio de Nuestra Señora del Pilar esconden más de cien años de historia educativa y religiosa.

El Pilar fue fundado en 1907 por la Compañía de María, una orden religiosa de la Iglesia Católica, y pertenece a la red de colegios marianistas. Inicialmente, se instaló enun piso situado en la calle Goya, donde apenas se daba clase a una decena de alumnos. Sin embargo, el creciente número de estudiantes obligó a la orden a mudarse en dos ocasiones hasta que, en 1921, con la ayuda económica de los Marianistas de Estados Unidos, que aportaron alrededor de dos millones y medio de pesetas, adquirieron el imponente edificio que ocupan ahora.

Se trata de una construcción de finales del siglo XX, obra del arquitecto Aníbal Álvarez y encargo de la Duquesa de Sevillano, María Diega Desmaisières y Sevillano. La aristócrata tenía la intención de que se convirtiera en una residencia para jóvenes de alta alcurnia venidas a menos, pero falleció sin dejar testamento, por lo que el edificio se puso en venta y acabó convertido en el centro educativo que es hoy en día.

Declarado Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid, destaca por ser uno de los tres edificios de estilo neogótico que hay en la capital de España. “Es un colegio lleno de detalles, gestos y cosas que recuerdan a los ciento y pico años que lleva funcionando”, explica el Padre Juan de Isasa, ex director del centro. Su atractivo se extiende desde la fachada hasta el interior: las capillas, el Museo de Ciencias Naturales o el salón de actos, decorado con cerámica de Daniel Zuloaga, son solo algunos de los elementos que convierten este colegio en único.

La capilla gótica que se encuentra en el patio interior es, probablemente y según asegura Isasa “el lugar más bonito del edificio”, la joya de la corona. Está presidida por un retablo diseñado por Luis Moya —antiguo alumno del colegio— después de que el original se usara como leña cuando el colegio fue incautado durante la Guerra Civil y utilizado como cuartel de la Guardia Roja, cárcel de mujeres y hospital. Justo en frente encontramos un órgano “que ha costado un dineral reparar”, según explica el que fuese director del colegio. Está colocado en la zona del coro, adornada también con vidrieras que representan a los santos por los que la Duquesa de Sevillano tenía devoción.

El Museo de Ciencias Naturales es un aula más, un elemento extraordinario en la vida cotidiana de los alumnos que acuden cada día a aprender y descubrir el mundo de la ciencia. Sin embargo, las piezas que lo componen se alejan de lo común. “Hay donativos de ex alumnos que ahora no podrían traerse a España con la misma facilidad”, asegura Juan de Isasa. Animales disecados, caparazones de tortuga gigantes, pieles de serpiente y hasta un cordero bicéfalo componen un museo que lleva el nombre de Pedro Ruíz de Azua, el marianista que lo puso en marcha mandando a los estudiantes de la época al río Manzanares a recoger fósiles.

Todos estos elementos crean el ambiente que rodeó a personalidades de la talla de Juan Luis Cebrián, Javier Solana, Rafael Arias-Salgado, Jaime Lissavetzky, Alfredo Rubalcaba, Garrigues Walker, Luis María Ansón, Ignacio Camuñas, Sánchez Dragó, Javier Rupérez o José María Aznar durante su infancia y adolescencia. Son nombres que le han dado al colegio la fama que tiene hoy en día: es un punto de conexión entre políticos, empresarios, diplomáticos y hasta aristócratas, quienes han convertido el término “pilarista” en una característica habitual de la alta sociedad del país.

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